Habitar un galpón: cuidar el origen y renovar su interior.

Habitar un galpón: cuidar el origen y renovar su interior.

Soledad Winkler (42) y su familia decidieron volver al sur y dar nueva vida a un antiguo galpón, transformándolo en su hogar. Este gesto se convirtió en una manera de honrar sus raíces, y al mismo tiempo, encontrar en su tierra natal un refugio desde donde día a día cultiva su pasión por el yoga y una vida más consciente y conectada con el presente.


¿Cómo llegaste al sur?

Mi familia es de acá, de toda la vida. Nací en el hospital de Puerto Montt, pero crecí y estudié siempre en esta zona. Después me fui a Santiago a estudiar Psicología, pero con Nico, mi marido, nunca nos imaginamos viviendo allá.

Los dos crecimos en el campo, y siempre supimos que queríamos criar a nuestros hijos en un lugar más conectado con la naturaleza. El 2010 mi marido recibió una oferta de trabajo en Talca y nos fuimos a vivir allá. Encontramos una parcela, compramos un perro (¡porque había que llegar con algo a la parcela!) y pasamos un par de años felices ahí. Mientras tanto, yo trabajé como psicóloga en la Universidad de Talca.

Luego vino una nueva oportunidad en Concepción. Ahí vivimos en una casa muy linda en un condominio y terminamos quedándonos ocho años. En ese tiempo Nico armó una constructora con un amigo, y yo descubrí el yoga. Empecé como ayudante de una profesora y de a poco se fue transformando en algo muy importante en mi vida.

Con la pandemia y el estallido social, todo cambió y nos decidimos a volver al sur. Hicimos cálculos, vendimos la casa, conseguimos colegio para los niños y migramos definitivamente a Frutillar.

¿Cómo nace la idea de habitar un galpón?

Estábamos con la plata de la venta de nuestra casa en la mano, y en ese momento, estaban habilitando una parte del galpón para la fábrica de kuchen de la familia.

Nosotros queríamos ahorrar en la construcción y cuando vimos eso, la forma que se nos ocurrió fue hacer literalmente una casa dentro del galpón. La idea no era desarmarlo y armarlo de nuevo, sino que era meter la casa adentro, como un cajón aislado en su interior.

La ejecución de la obra estuvo a cargo de Nico, lo que nos dio la flexibilidad necesaria que se necesita para hacer este tipo de proyectos. El galpón es antiguo, no es cuadrado, hay vigas que no se pueden mover, y teníamos que hacer calzar cosas en el camino. Tuvimos un proyecto diseñado, pero se iba adaptando a lo que nos encontrábamos en el día a día de la construcción.

La historia del galpón.

Este galpón era el galpón del campo de mis abuelos. Tiene más de 100 años, es de 1920. Para el terremoto del '60 se cayó una parte y quedaron dos pisos, antes eran tres. En el estado en el que estaba, no iba a durar mas de dos años, y la idea no era perder el galpón, tenía harta historia que queríamos conservar.

Acá era donde estaban las ovejas, los terneros y la lechería. Tenía mucho barro y era el lugar donde vivían los animales del campo.

Decidimos conservar las vigas y los pilares, el techo era de tejuelas y no lo pudimos rescatar, era carísimo hacerlo pero todas esas tejuelas las aprovechamos para hacer recubrimientos en el interior y el exterior de la casa, de hecho, todavía tenemos muchas cosas en las que trabajar.

Consejos prácticos para construir en el sur:

  • Si hay algo que hemos aprendido en este proceso es que la orientación al norte es fundamental: la luz lo cambia todo.
  • Después viene la aislación, que marca la diferencia en el día a día. En nuestro caso usamos panel SIP, que resultó muy práctico y súper calentito. Y algo que no se puede olvidar: tener buenas ventanas.
  • La calefacción también es clave. Depende del presupuesto, pero lo ideal para nosotros ha sido tener un sistema mixto que permita mantener la casa siempre temperada del frío del sur.
  • Un detalle muy útil son los aleros, que te resguardan de la lluvia y te permiten entrar tranquilo a la casa.
  • Otro punto, es proteger bien las cañerías de las heladas. Este invierno fue clave que estuvieran recubiertas.
  • Nosotros además instalamos un generador como sistema de respaldo para cuando se corta la luz, y ha sido un gran apoyo para esos días de desconexión.
  • Un consejo que siempre es útil es sacar fotos durante la construcción. Después se te olvida por dónde pasaban las cañerías o instalaciones, y esas fotos salvan.
  • Y, por último, recomiendo siempre buscar una empresa local para construir. Acá hay que conocer de vientos, de materiales y de cómo funciona realmente el clima del sur.

Cuéntanos sobre ti y tus proyectos.

Soy instructora certificada como yogaterapeuta y estoy en proceso de certificación de yoga Ashtanga. Llevo muchos años en un proceso constante de avances y también retrocesos.

Desde la primera vez que practiqué supe que quería ser profesora de yoga, y cuando conocí el Ashtanga (un estilo de yoga con un fuerte componente físico) sentí esa satisfacción de habitar mi cuerpo intensamente. Al inicio era un beneficio sobre todo físico, pero con el tiempo se transformó en algo mucho más emocional y mental.

Para mí el yoga es mi sentido de vida, es todo. Es una práctica diaria que me conecta con un estado de bienestar constante, no solo físico, también mental y emocional. Me da balance y me ayuda a estar más presente. Gracias al yoga puedo reconocer mis emociones, sentir si estoy enojada o frustrada, pero sin dejar que eso me detenga. Me recuerda que hoy es hoy, y mañana será un nuevo día.

Hay un dicho que me encanta: “La práctica te da lo que necesitas”. Si necesitas lo físico, te lo entrega. Si necesitas calma, te da calma. Si necesitas energía, te la devuelve. Eso es lo que la hace tan mágica: no es un deber, es una rutina que te acompaña en lo que estés viviendo.

Lo más lindo de la práctica es eso: conocerte, sentirte y no dejarte arrastrar por la vida, sino vivirla con más consciencia, contigo misma, con los demás, con todo.


He hecho cursos, intensivos y formaciones como instructora, siempre con la idea de ampliar herramientas para ayudar mejor a las personas. Porque el yoga es para todos: no necesitas ser fuerte ni flexible. Desde lo más pequeño se puede avanzar.

Hoy practico seis veces a la semana y tengo una profesora que me ha enseñado a mirar la práctica desde la biomecánica, desde la diferencia entre tensión y fuerza. Antes había mucha tensión; ahora encontré la fuerza y la calma, la paz dentro de la práctica.

Casa el Encuentro: el lugar para comenzar a practicar.

Vivir en el sur trae un desafío adicional: mientras más frío, más cuesta practicar. Mantener esa “llamita” encendida requiere disciplina y compromiso. También es un desafío invitar a las personas a abrir su mente y a conocer algo que, sinceramente, puede cambiarles la vida.

Cuando volví a Frutillar en 2021 comencé a dar clases tres veces por semana y un año después nació la Casa el Encuentro, una casita abandonada que descubrí en el fundo y decidimos transformar en una sala de yoga. Junto a mi marido la remodelamos y quedó lista para recibir a las alumnas.

Casa el Encuentro - Frutillar

Las personas que se han integrado a la práctica están muy contentas, y eso me confirma que este camino vale la pena. En el Ashtanga la figura de la profesora es muy cercana: te acompaña, te entrega herramientas y te guía en cada paso. Lo único que necesitas es compromiso para asistir a las clases, el resto sucede solo. El cuerpo comienza a sentir los beneficios, la mente se calma y todo empieza a conectarse.

Los beneficios son muchos: fuerza, movilidad, desarrollo de la masa muscular, articulaciones más sanas. Pero también está lo que no se ve: vivir el momento y entregarse a una práctica que te sostiene.

Nuestro espacio es acogedor, seguro y calentito. Está rodeado de naturaleza, de pajaritos, de silencio. Es sencillo, pero tiene mucha riqueza. Y eso hace que cada clase sea también un encuentro con la vida en el sur.

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La Casa del Encuentro - Prácticas de Ashtanga en Frutillar.
Contacto: +56 9 9436 6804
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Fotos y producción: Equipo Camino Sur