Librería de Fuego: la librería del sur que quema por dentro.

Librería de Fuego: la librería del sur que quema por dentro.

Andrés (39) decidió venirse al sur cuando supo que iba a ser papá. Hoy, después de dos años a cargo de la Librería de Fuego, nos cuenta cómo la bicicleta le enseñó a leer, cuáles son sus sueños para la librería y qué significa ser el librero de la ciudad.


¿Cómo llegaste al sur?

La verdad es que no era un destino que yo tuviera en mente. Conocí a Kamila, mi pareja, justo antes de que comenzara la pandemia. Yo vivía en San Felipe y ella es porteña. Vino en algunas oportunidades, salimos a comer a un par de restaurantes y fuimos a una librería en Los Andes (yo ya estaba leyendo harto) donde compramos algunos libros. Luego, ella volvió al sur porque trabajaba como profesora en un colegio de Frutillar.

En diciembre hicimos un viaje en bicicleta, desde Frutillar hasta Villarrica. Pasamos una semana pedaleando, y poco después supimos que estábamos esperando a Pau. Ahí fue cuando decidí venirme a Frutillar. No quería perderme el embarazo y quería que estuviéramos juntos.

Aprendí a leer andando en bicicleta.

Tenía 33 cuando un amigo me dijo: “vamos a andar en bicicleta al sur”. Una semana antes del viaje se bajó y decidí ir igual, solo. Tomé un avión a Puerto Montt, hice la Carretera Austral y, como me sentía bien, seguí pedaleando hasta Ushuaia. Me demoré dos meses y medio.

Cuando volví a la casa pasó algo raro: me dieron muchas ganas de leer y yo en ese tiempo no leía, no era lector. Antes leyendo subtítulos completaba mi cuota de lectura, pero eso no era leer un libro. Mi primer libro fue 1984, y lo enfrenté igual como abordé la bici: sin pensar en la meta final, solo avanzando un poco cada día. Probablemente si hubiera mirado el recorrido completo desde el inicio, habría desistido.

Con los libros me pasaba lo mismo: me concentraba, me desconcentraba y me frustraba. Hasta que me dije: voy a leer hasta donde llegue, y si olvido algo, no importa. Y así fue como aprendí a leer, gracias a la bicicleta. Desde entonces, la bici es muy importante para mí. Ese año terminé leyendo 50 libros.

¿Cómo nace la librería?

Cuando nació Pau, Kamila tuvo un año de postnatal. De ahí, no quisimos llevarlo a sala cuna, era nuestro primer hijo y me costaba mucho la idea de separarme de él. Fue en ese momento cuando surgió la idea de armar una librería. Yo tenía los conocimientos y siempre me habían dicho que era buen librero. Tienes que escuchar a la gente, saber de libros que no has leído y conectar con lo que cada persona busca.

Decidimos partir con una librería online, porque yo cuidaba a Pau y no podía atender un local. Empezamos en marzo, con un millón de pesos que nos prestó mi suegra, compramos libros y comencé a publicar.

"Buscamos un nombre con carácter, poderoso y fuerte. La idea era esa: Librería de fuego, libros que te queman por dentro".

Algunos meses después Pau ya estaba un poco más grande y vi el local de la esquina, donde partimos. Le dije a Kamila: esa tienda se va a ir de ese lugar. En agosto pasamos y, efectivamente, estaba vacío.

Pasemos a preguntar, me dijo Kamila.
No, le respondí. Yo tenía miedo. Yo cuidaba a Pau, no quería trabajar atendiendo con él y quería que la librería ofreciera una experiencia bacán, bien hecha.

Finalmente preguntamos. Nos dijeron el precio y lo conversamos. Kamila, con su empuje, estaba lista para hacerlo. Yo seguía nervioso: no teníamos a quién pedirle plata ni quién cuidara a Pau. Al final, Kamila pidió un crédito y con eso partimos.

Al principio, cuando armas una librería, tienes que comprar todo. Las librerías funcionan con un modelo de consignación: compras los libros, los vendes y luego los pagas. Por eso muchas quiebran, no es porque la gente no lea, sino por lo difícil que es su administración. Es muy comprensible: a veces hay que pagar el arriendo y simplemente no alcanza. Pero si tienes un buen producto y una buena experiencia, la gente viene.

Cuando teníamos el local listo, yo no quería abrir. Iba a las 11:30 con Pau, me quedaba media hora y después nos devolvíamos a la casa. Quería que se fuera acostumbrando de a poco, y así fuimos abriendo cada vez un poco más.

En una de esas mañanas, estaba adentro sin intención de abrir cuando golpearon la puerta. Me preguntaron si estaba abierto y respondí: “Mira, no está abierto, pero si quieres puedes entrar a mirar”. Justo pasó otra persona, vio movimiento y también entró. “Hace rato quería venir”, me dijo.

Ese día vendimos 70 lucas, que para mí era muchísimo. En la tarde volví a abrir, y otra vez entró gente. Yo abría poco y aún así, la gente quería venir, quería que abriéramos luego. El local estaba bonito, y se notaba que había ganas de que existiera una librería en Frutillar.

La Minga del libro

En nuestro primer local la experiencia que quería dar no se cumplía: el espacio se llovía, y eso no puede pasar en una librería. Nos recomendaron el local donde estamos hoy, pero al principio no me gustó. Lo encontré chico y lleno de ropa de la tienda anterior.

Vi un reel de una mudanza que había hecho una librería en Inglaterra y pensé: ¿y si hacemos algo así aquí? Hice un video para convocar a la gente y, la verdad, tuve pánico: pensé que no iba a venir nadie. Cuando dijimos que íbamos a cambiarnos mano a mano, fue la gente la que le puso el nombre de “La Minga del libro”.

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Yo estaba estresadísimo. Me fui a la librería antigua con Pau, y Kamila se fue a organizar la nueva. Mis amigos me ayudaron un montón. Cuando llegué a las 11, sólo había dos personas: un amigo y otra más. Me empecé a angustiar, pensando en qué habíamos hecho mal. Pero de repente éramos veinte.

Eran las 11:30am y tenía que decidir rápido qué hacer, porque con ese equipo no alcanzaba para trasladar todo a la otra tienda. Estábamos armando montoncitos para partir, pero los niños esperaban la minga, así que no podíamos cambiar el plan y empezamos igual.

Se fue formando una fila que llegó hasta el Ecomarket. Lo que empezó con veinte, no sé cómo, se convirtió en mucha más gente. Pasaron los libros, uno por uno. Yo estaba adentro, sin enterarme de lo que sucedía afuera. Parece que tuvimos algunos problemas con el supermercado por los carros, un amigo llegó con tres carretillas e incluso llegó carabineros. Al terminar de pasar los libros nos fuimos todos caminando hacia el nuevo local y ahí fue cuando realmente entendí lo que había vivido.

El último libro que se entregó me hizo llorar. Fue una energía potente que me duró una semana. Sentí que no éramos sólo una librería: éramos una comunidad. La gente nos decía que eso no hubiese pasado con cualquiera, que nos tienen cariño y nos querían ayudar. Yo no suelo pedir ayuda, pero cuando la pides y te responden, pasa algo que te cambia por dentro. Esa energía nos abrió caminos, me dejó agradecido y emocionado.

Consejos para emprender en el sur

He motivado a harta gente a emprender, y siempre digo lo mismo: no se trata solo de armar un negocio, sino de crear una experiencia. Que la gente entre a tu local y no sienta que está en un supermercado. Para mí, el futuro no está en ser grandes, sino en construir un concepto que realmente genere algo en las personas. Si un lugar no transmite nada, es difícil que alguien lo haga suyo.

Emprender en el sur pasa mucho por cuestionarse qué experiencia quieres ofrecer. La gente podría comprar libros por internet, pero igual eligen venir. Yo saludo, conversamos, me hacen preguntas, me vienen a presentar a su familia y a veces les ofrezco un café. Esa es la única forma que tengo de competir: con lo que sienten al venir a la librería.

Pero hay que sostenerse, esto es un negocio donde hay que invertir mucho y la vuelta no es rápida. Hoy la librería funciona, vendemos lo mínimo que debería vender una librería, con meses muy buenos y otros en los que simplemente hay que resistir. Tengo que pagar el crédito, y después de eso, voy a ser un hombre diferente 😎

Cuando las lucas apretan, le digo a Kamila: “¿Te complica que yo no gane tanta plata?”. Y ella siempre me responde: “Nosotros no tenemos la librería para ganar plata. La tenemos porque queremos ser un aporte, porque queremos que Pau crezca rodeado de libros, porque queremos darle algo a la ciudad y a la comunidad”. Y tiene toda la razón.

Qué se viene para la librería

Lo que viene es algo completamente distinto. Estoy invirtiendo tiempo en desarrollar un software propio, algo que realmente mejore la experiencia de los libreros: desde la gestión del catálogo hasta la relación con los clientes.

Después de eso, mi sueño es convertirme en un macro distribuidor. Hoy los libros tardan demasiado en llegar y la única forma de competir con los grandes es poder entregar más rápido, y para eso quiero transformarme en un centro de distribución en el sur, abasteciendo a librerías y llegando antes a los clientes.

Hoy estoy recién entendiendo esta oportunidad, viendo si necesitaremos inversión y proyectando el crecimiento. Mi sueño es que el software funcione, que vender libros sea algo agradable tanto para quien entra a la librería como para quien trabaja detrás de la pantalla y que la librería siga creciendo, paso a paso, como todo lo que hemos construido hasta hoy.

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Librería de Fuego
📍Pedro Montt 235, Frutillar
Lunes a Viernes: 11:00-14:00 / 16:00-20:00
Sábado: 11:00-14:00 / 16:00-18:00