Heredar la infancia: vivir el territorio como legado cotidiano.

Villarricense de origen, comunicadora y experta en sustentabilidad, Catalina Bileke (37) ha sabido mezclar mundos con naturalidad. Amante de lo citadino y de recorrer los barrios a pie, hoy, desde Frutillar, descubre que le está regalando a su hijo una nueva versión de la infancia que ella misma vivió: libre, conectada con el entorno y rica en sentido comunitario.
¿Cómo llegaste al sur?
En realidad, creo que nunca me fui del todo. Nací en Traiguén, en la Región de La Araucanía, donde mis papás —oriundos de Santiago— se instalaron después de casarse. Luego nos mudamos a Villarrica, buscando una ciudad un poco más grande que tuviera colegios, bancos y algo más de comercio.
Viví ahí hasta los 18 años, cuando decidí irme a estudiar a Santiago, así que puedo decir que soy villarricence.

Ya trabajando en la capital junto a José, mi marido, hicimos un viaje a la Carretera Austral que terminó marcando un antes y un después. Fue un viaje revelador: nos dimos cuenta de que queríamos salir de Santiago y empezar una vida en el sur. Yo creo que de manera inconsciente ya tenía el deseo de ser mamá y no me imaginaba criando hijos en la ciudad, con ese ritmo y calidad de vida.
Nos dimos dos años para lograrlo y el año 2015 empezamos a mandar nuestros currículums desde Chillán hasta Punta Arenas. De forma casi mágica, a ambos nos ofrecieron trabajo en Puerto Varas. A José en la municipalidad (literalmente escribiendo a info@munipuertovaras.cl) y a mí, desde América Solidaria —donde ya trabajaba en comunicaciones— me ofrecieron abrir una oficina en el sur. Así que partimos con pega, sin conocer a nadie, pero convencidos de que este era el lugar donde queríamos estar.
Buscando una casa, desde nuestra forma de vivir.
Después de seis años viviendo en Puerto Varas, decidimos cambiarnos a Frutillar buscando una mayor cercanía con nuestra vida diaria y nuestras rutinas.
Nos pusimos a buscar un barrio con las características que nos gustaban y parecido a lo que habíamos vivido en Puerto Varas: caminable al centro, conectado con el comercio y donde se pudiera vivir sin depender del auto. A mi me gusta mucho lo urbano y hacer mi vida de pie.
Tampoco me imaginaba viviendo en parcela. Fui criada en parcela y sé la pega que es. Te tiene que gustar mucho, con todo lo que eso significa: cortar pasto, podar árboles, el tema de la leña y estar siempre pendiente del terreno. Uno vive en función de esos 5mil metros. Reconozco que ese estilo de vida tiene su encanto, pero hoy prefiero otra cosa. Me gusta estar en la ciudad, saludar a los vecinos y tener una relación comunitaria más inmediata. Siento que eso se pierde en una parcela.
Y así, en una de las tantas caminatas buscando casa, descubrimos la nuestra casi por intuición. El dueño llevaba más de dos años tratando de venderla y cuando lo supe, lo sentí como una señal. Esta era la casa para nosotros.
La casa
Cuando compramos la casa, tenía muy poca aislación. Estaba construida más bien para ser una cabaña, no para vivirla realmente. Pero en vez de botarla, decidimos remodelarla con cariño. Le vendí la mitad de una parcela que tenía a mi hermana y, con esos recursos y los ahorros que teníamos, comenzamos las obras.
La remodelación incluyó una ampliación de 10 m² hacia el dormitorio principal y una terraza. También abrimos la cocina para integrar mejor los espacios, pintamos todo de blanco para dar más luz y encargamos muebles a medida. Gastamos harto en muebles, pero era necesario. En una casa de 60m2, todo tiene que estar bien pensado. Invertimos en closet, el librero y los muebles de cocina.
Hay días que soñamos con un altillo, no para tener más metros necesariamente, sino para tener un espacio propio, tranquilo, donde leer o escribir, como un rincón más contemplativo. El domingo a las seis de la tarde, cuando estamos todos en la casa, siento que nos falta un rincón para poder escaparse.


Mi barrio hoy
El barrio nos encanta. Es tranquilo, organizado y muy comunitario. Para mi su gran riqueza es que es periurbano, es decir, colinda con el campo. Y eso es muy lindo, porque el paisaje cambia todo el tiempo: ves cuando plantan trigo, cuando aparecen las vacas y hay algo muy bonito en ese ritmo.

También nos gusta la vida comunitaria: hay una junta de vecinos súper activa, celebramos el Día de la Madre, la Navidad, eso se da harto. Y aunque yo soy de las nuevas del barrio, no me siento ajena. Uno saluda, conversa, hay confianza. También se da que es un barrio de personas mayores, entonces el fin de semana llegan los nietos, andan en bicicleta... tiene ese aire de pueblo chico que a mí me encanta.
Me recuerda mucho al Villarica de los 90. Yo quería regalarle a mi hijo el entorno donde me crié yo, desde el lago, el volcán. Me encanta cuando van a la playa a correr. Eso era muy típico de mi infancia y de cualquier habitante de estas ciudades. Y lo mismo con el barrio, yo quería que mi hijo tuviera una conexión con ese sur más antiguo.
Consejos para alguien que quiere venirse al sur
Ser más consciente de la falta de vitamina D. Desde tomar suplementos hasta aprovechar el verano y planificar las salidas para buscar el sol. En noviembre y diciembre, si no sale el sol, uno puede desesperarse un poco.
Y lo otro, también es importante llegar con respeto al barrio y apropiarse del lugar: conocerlo, investigarlo, tener curiosidad por dónde uno habita, desde el clima hasta su historia. Eso es súper importante: saber donde uno está situado.
Cuéntanos de ti y tus proyectos
Soy periodista independiente especializada en sostenibilidad y gestión territorial, y lidero proyectos que buscan compatibilizar el desarrollo urbano con la puesta en valor del patrimonio natural.
Además, trabajo como gestora cultural: diseño y ejecuto proyectos para revalorizar elementos del paisaje cotidiano en ciudades del sur de Chile. Por ejemplo, ahora acabamos de cerrar el proyecto llamado "Jardines de Frutillar", que rescata la memoria y saberes femeninos vinculados a los jardines de la ciudad, destacando su valor como elemento icónico para la identidad del barrio y la zona.
Y por último, gestiono @suradicta que comenzó como un hobby, pero es un lugar desde el cual hoy muestro el valor de las ciudades desde otro ángulo, incluyendo el patrimonio cotidiano.
